por Barbara Unmüssig, Christine Chemnitz, Inka Dewitz – Heinrich Boell Stiftung

Comer es político y un derecho humano

Incluso en el siglo XXI, no se puede dar por sentado que miles de millones de personas dispongan de alimentos suficientes y saludables. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el número de personas hambrientas y desnutridas ha vuelto a aumentar desde 2017. Las consecuencias de los confinamientos para combatir el Covid-19 han reforzado aún más esta tendencia.

El hambre y la desnutrición no son productos accidentales de nuestros sistemas alimentarios. Son el resultado del fracaso político, las guerras y la falta de voluntad política, la desigualdad y la pobreza, así como enormes desequilibrios de poder en la producción y distribución de alimentos. El hambre y la desnutrición son un desastre moral. Quién recibe qué y cuánto comer es una cuestión política y, por tanto, un mandato para la acción política y social.

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