Huracanes son ciclones tropicales y consisten en tormentas con vientos extremos y lluvias diluviales. Todos hemos escuchado hablar de estos eventos climáticos extremos, cada vez más frecuentes debido a los cambios del clima, causados sin duda por el impacto de nuestra especie sobre la Tierra en tiempos del antropoceno. Cooperación Comunitaria, una organización no gubernamental mexicana y sin ánimo de lucro ha desarrollado y practica en plena simetría con comunidades indígena-campesinas senderos hacía la reconstrucción integral y la gestión social del hábitat. Partiendo de diagnósticos con la gente ante los desastres surgió una metodología, que en vez de quedar atrapada en el callejón sin salida de ayudas cortoplacistas no aptas, revitaliza los saberes locales ancestrales, fortaleciéndolos desde innovaciones tecnológicas a partir de la comprensión y del respeto ante las sabidurías de las identidades culturales y territoriales. El resultado de este trabajo colectivo habla por si solo: capacidades de resiliencia disminuyen la vulnerabilidad de los pueblos en la ruralidad mexicana.

 
Los desastres a partir del desastre 
 
Otis es el nombre del huracán que en octubre del año pasado (2023) devastó con vientos de trescientos kilómetros por hora el famoso balneario pacífico de Acapulco. Hasta allí la noticia difundida a nivel mundial; ni una palabra sobre la afectación de las regiones rurales del estado Guerrero, al suroeste de la capital; mientras que el gobierno federal mexicano lanzaba un programa de atención ante el desastre de la zona hotelera, autoridades gubernamentales de Guerrero hasta negaron daños ocasionados por Otis en los campos: una invisibilización de lo rural, pareciendo un defecto endémico en México. 
 
A pesar de la alta probabilidad de acontecimientos sísmicos de gravedad y de huracanes como los de Ingrid y Manuel en 2013, desde el golfo de México y del océano pacífico, uniéndose y devastando zonas rurales enteras del estado de Guerrero, los gobiernos, tanto estatales como federal, carecen de metodologías acertadas para orientar sus programas de emergencia y de reconstrucción. La cultura de construcción rural en esta región de Guerrero y no solo en este estado, conserva la tierra como material de construcción predominante. El enfoque de los programas gubernamentales de reconstrucción ignora esto olímpicamente y sigue ciegamente a lógicas urbanas y empresariales: en lugar de materiales locales de construcción se utiliza bloques y cemento para construir pequeñas casas con lógicas urbanas, en vez de casas rurales, aptas para la forma de vida en el campo, en vez de permitir y fomentar la autoproducción entra la gestión del prestador de servicios, ignorando lo que se puede ignorar: tiempo de lluvia, fiestas y mitología, arquitectura participativa. Resultados de esta política errónea no faltan: La Lucerna, una mancha de estas casitas, construidas en el marco de un programa de reconstrucción en la cercanía de La Soledad en Guerrero, visible desde lejos por lo variopinto de sus colores, no ha sido habitada nunca; las familias, aparentemente beneficiadas, han preferido reconstruir sus casas de adobe, utilizando las casitas, en el mejor de los casos como bodega o almacén. 
 
La torpeza de las políticas públicas en México por su falta de interés para comprender las culturas, saberes locales y la antropología de la ruralidad parece aún más preocupante si se toma en cuenta que la vulnerabilidad de las comunidades rurales ante desastres socio-naturales va en aumento, debido a la paulatina perdida de las capacidades y saberes tradicionales. 
 
La lucha contra el olvido
 
No presentamos respuestas inmediatas ante desastres socio-naturales sino buscamos contribuir a una reconstrucción integral”, explica Diana Cortese, que organiza en Cooperación Comunitaria el apalancamiento de recursos financieros; y complementa Jesús Álvarez: “Los desastres no son naturales, sino socio-naturales, ya que el ser humano  -a partir de sus sistema económico- está implicado en las vulnerabilidades existentes en las comunidades marginadas. Por lo tanto nos referimos a desastres socio-naturales”. La institución, constituido hace 12 años, pero funcionado de hecho desde 2008, se dedica a la producción y reconstrucción integral y la gestión social del hábitat. En su camino ha contado con el acompañamiento de la coalición internacional por el hábitat – HIC por sus siglas en inglés; Enrique Ortiz, uno de los personajes más emblemáticos en relación al tema de hábitat pertenece al consejo de asesores de Cooperación Comunitaria. Se trabaja en reconstrucción integral, producción y gestión social del hábitat, formación e incidencia y más recientemente en justicia climática. Desde cuatro categorías (lo territorial-ambiental, lo sociocultural, lo constructivo y lo productivo) se encamina procesos formativo-participativos que apuntan a la autogestión colectiva de las organizaciones y grupos. Todo trabajo y proceso obedece a una secuencia pedagógica de diagnóstico comunitario, diseño participativo, búsqueda de financiamiento, planeación y organización, implementación, evaluación y uso y mantenimiento. Misereor y Global Nature Fund, ambos de Alemania son dos del grupo de cooperantes quienes apoyan el trabajo de esta colectividad, que mantiene trabajos en zonas rurales de varios estados mexicanos (por el momento en Guerrero, Hidalgo, Oaxaca, Yucatán y Chiapas).         
 
Reunidos en La Soledad, Eloy Espíndola, comunero de este pueblo nos comparte: “Sabemos tumbar arboles pero nadie siembra. Cooperación Comunitaria nos hizo recordar seleccionar semillas y ahora volvimos a sembrar árboles….es importante involucrar a los niños para que no nos gane el olvido”. Las circunstancias y factores de veras no ayudan en esta carrera contra el olvido y ejemplos para el abandono de saberes tradicionales no faltan: la mezcla de la tierra y estiércol o fibras vegetales para hacer adobe esta perdiéndose con la consecuencia que la resistencia del ladrillo de adobe no es como antes; ya no se sabe leer los bio-indicadores que ayudan en el pronóstico de lluvias y del clima por la pérdida de actos simbólicos que garantizan el traspaso intergeneracional de estos saberes y la lectura de estos bio-indicadores; los regalos estatales de semillas hibridas generan la tentación para ampliar la superficie cultivable en detrimento de árboles, capa de vegetación y de la milpa, causando erosión en las zonas de montaña. La migración por trabajo de los hombres a la ciudad o directamente al vecino país (EUA) hace que a la mujer, pendiente de los hijos, casa y agricultura no le alcanza el tiempo para trabajos restaurativos como reforestación; y son muy pocas las personas quienes aprendieron de sus antepasados como cortar leña de los árboles, preferentemente de las diferentes especies de encino que hay en la Montaña, sin tumbar el árbol entero.             

  

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Mejorar partiendo de lo existente
 
Jesús Álvarez coordina los procesos constructivos de Cooperación Comunitaria: “Nosotros diseñamos con la gente lo que vamos a construir juntos: la casa o una estufa ahorradora de leña, rescatando y respetando las culturas constructivas”. El adobe sigue siendo el material de construcción con plena aceptación social; como material para el techo, la lámina galvanizada fue reemplazando a la teja de barro. “Aceptamos estos cambios y trabajamos desde lo existente. En vez de insistir en el uso de tejas, además de que ya no se produce en la zona, trabajamos con un aislante hecho de paja y arcilla, colocado por debajo de las láminas, manteniendo así fresco el interior de la casa y amortiguar el ruido cuando llueve”. Las estufas ahorradoras se construyen según el diseño de cada familia; las estufas ayudan ahorrar hasta la mitad de la leña y funcionan como una chimenea, sacando el humo por un tubo del ambiente de la cocina. En el diseño de las casas se ha mejorado la mezcla de los ladrillos de adobe, el cimiento y sobrecimiento de las viviendas son de piedra pegada con cemento, cal y arena para evitar que las paredes sufran humedad. Cerramientos o vigas en la corona de los muros, de concreto armado o madera, forman, junto con el cruzamiento de muros  contrafuertes de estabilización los cuales garantizan mayor estabilización y protección antisísmica. “Buscamos analizar y comprender las causas de los desastres para mitigar las vulnerabilidades más que atender las necesidades a partir de las consecuencias”, explica Guillermo Andrade, responsable del área productivo y ambiental de Cooperación Comunitaria. La deforestación en las regiones de montaña genera cada vez mayores problemas de erosión, bajando la capacidad de infiltración de las lluvias al suelo además de aumentar el riesgo por deslaves frente a sismos y huracanes. La tumba de árboles, ante todo para tener leña para cocinar pero también para ampliar superficie cultivable para producir a mayor escala cultivos de la milpa agrava esta situación. El trabajo integral que lleva a cabo la institución junto con los grupos organizados de familias indígena-campesinas busca trabajar sobre las causas, mitigando o previniendo  vulnerabilidades. Estufas ahorradoras de leña ayudan disminuir la presión sobre los árboles de leña, a la vez se trabaja en viveros de arbolitos para leña, como también en árboles frutales y café criollo, teniendo como objetivo generar espacios libres de agroquímicos en los que se produzcan alimentos y café bajo sombra diversa, conservando a la vez al bosque de pino-encino y los parches que hay en la zona de bosque de niebla. Esta en consideración rescatar técnicas ancestrales para podar árboles y obtener leña. En la misma línea hay trabajos orientados a generar pequeñas iniciativas productivas que parten de la trilogía de la milpa (maíz, frijol y calabaza) y del café como producto de la zona para el mercado; paralelamente hay un acompañamiento constante a las personas autoridades del Núcleo Agrario de Malinaltepec; se trata de autoridades tradicionales, elegidas por las 34 comunidades que conforman el territorio agrario, para administrar todos los aspectos relacionados con los bienes naturales (agua, tierras comunes etcétera). Una visita al comisariado del núcleo agrario de evidencia la gran necesidad de este tipo de apoyo ya que se consta una muy débil gestión territorial ambiental por parte de las personas delegadas que hacen lo que puedan, pero que no cuentan con una instancia de asesoría y de experticia más temática.
 
Incidencia permanente
 
Cooperación Comunitaria no pierde oportunidad alguna para incidir. En la Universidad Intercultural del Estado Guerrero en La Ciénega, la institución ha abierto un aula ambiental, promoviendo la producción y gestión social del hábitat (construcción con ladrillos de adobe y reboque de barro, baños secos o composteros, permitiendo los servicios durante la época de sequía y falta de agua) y parcelas de sistemas agroforestales. La Comisión Nacional de Vivienda – CONAVI, originalmente no contemplada para sus programas de subvención a la vivienda popular o social la construcción con materiales locales y la producción social de la vivienda. Desde Cooperación Comunitaria, junto con otras organizaciones miembros de HIC y se logró una aceptación de parte de este ente público federal sobre los temas en cuestión; pero no todos los obstáculos han sido superados: CONAVI y los programas públicos de fomento a la vivienda trabajan con subsidios individuales. Cooperación Comunitaria trabaja en la canalización de estos subsidios sin perder su enfoque comunitario lo que se constituye, con frecuencia en un dolor de cabeza. La arquitectura participativa es otro derrotero de la incidencia practicada por la institución para lograr una sensibilización en la formación curricular universitaria. La filosofía del hábitat es una de las líneas orientadoras del trabajo de investigación que lleva adelante Cooperación Comunitaria dentro de sus posibilidades, haciendo verdaderos malabarismos para lograr compatibilizar con programas públicos de investigación y de esta forma lograr sinergia y captar algo de fondos para esta área. Con la incursión en el tema de la justicia climática ha surgido otra línea de trabajo y de incidencia, por cierto muy amplia y desafiante. 
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Cooperación Comunitaria, con todo esto parece como una apuesta para la reconstrucción de los saberes tradicionales, para prevenir las amenazas y mitigar las vulnerabilidades y para construir futuros desde las identidades culturales y territoriales de las comunidades. Lo bueno es que esta apuesta parece altamente contagiosa.                  
 
Mensajes al futuro

 

1El rescate de saberes tradicionales en torno a la gestión del territorio y del hábitat contribuye tanto a aumentar la resistencia de las estructuras como a mitigar la vulnerabilidad ante las amenazas naturales o ante los desastres socio-naturales.
2Parece audaz en el momento de desastres poner el énfasis ante todo en el diagnostico participativo para poder identificar las causas que generan estos eventos extremos, en vez de limitarse a ayudas de emergencia. Pero es la única ruta crítica posible para superar la mera atención de las consecuencias de las amenazas socio-naturales como huracanes y terremotos y promover la resistencia de los ecosistemas y la resiliencia de las poblaciones.
3La arquitectura participativa y el modelo de trabajo institucional a partir del respeto y comprensión de las identidades culturales y territoriales con sus saberes, sus mitos, ritos y antropologías permiten horizontalidad, empoderamiento y pasos concretos hacia la sostenibilidad y amigabilidad holística.

El texto fue elaborado, basado una visita a la zona de La Soledad, Ciénega y Malinaltepec, cabecera del mismo municipio en el Estado de Guerrero, en el suroeste mexicano y conversaciones durante la estadía de tres días, acompañando al equipo de Cooperación Comunitaria por Jorge Krekeler (coordinador del Almanaque del Futuro – facilitador de Misereor por encargo de Agiamondo). Por la apertura, interés y apoyo de Cooperación Comunitaria muchas gracias a Isadora Hastings y Diana Cortese, a Jesús Álvarez, Guillermo Andrade, Ebert Morón y las demás personas integrantes de esta colectividad. Por el tiempo dedicado, la recepción y la confianza regalada en los diálogos un agradecimiento cariñoso para Eloy Espíndola, la profesora Érica y muchas otras personas en La Soledad, en la Universidad Intercultural del Estado Guerrero en La Ciénaga y a los personeros del comisariado del núcleo agrario de Malinaltepec.

Author: Jorge Krekeler

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